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EL FUTURO DEL PARTIDO COMUNISTA ITALIANO

El final de la era berlingueriana

Juan Arias

El Partido Comunista italiano (PCI), el mayor y de más solera de Occidente, está atravesando una etapa de gran nerviosismo. Se advierten claros síntomas de falta de liderazgo. Se teme la furia de Bettino Craxi, el primer ministro y líder socialista que se atribuye el mérito de haber logrado durante su gobierno -que por su duración constituye un récord de estabilidad republicana- sacar al país de su túnel económico.

Existe pánico ante la posibilidad de que se celebren elecciones anticipadas para esta primavera. "El partido no está dividido, está hecho trizas", explica a este diario un dirigente de Botteghe Oscure, sede del PCI.

Dentro del partido están los nostálgicos partidarios del difunto líder Enrico Berlinguer-muerto en olor de santidad que esperan siempre poder abrazarse con lo mejor de la Democracia Cristiana, la de los católicos progresistas.

Están, asimismo, los filosocialistas, integrantes de la alternativa de izquierdas, que no ven con malos ojos el socialismo reformista de Craxi. Y además, hoy levantan la cabeza los filosoviéticos de Armando Cossutta, alentados por las esperanzas despertadas por las reformas del Mijail Gorbachov en la URSS.

Pero, en realidad, nadie sabe hacia dónde va el PCI, el que más y mejor ha representado durante tantos años a la clase obrera y el que fuera un laboratorio europeo de nuevas ideas para la izquierda. Su inmovilismo ha alejado de él a la mejor clase intelectual del país, que en un primer momento se fue con el socialista Craxi y hoy va por libre.

Los católicos progresistas ya no encuentran en Botteghe Oscure un interlocutor capaz de recoger los impulsos posconciliares más avanzados, ya que el problema religioso ha quedado como congelado tras la desaparición de Berlinguer, un líder comunista cuya familia iba a misa y, que tenía como consejero privilegiado al católico Franco Rodano.

Un nuevo líder

El actual secretario general del PCI, Alessandro Natta, es un hombre querido por todos, pero al que no se le, considera con la fuerza necesaria para encarnar un liderazgo fuerte, innovador, capaz de dar al PCI una de aquellas ideas guías que le caracterizaron en el pasado.De ahí los rumores de que el partido, empezando por el propio Natta, está ya preparando un nuevo líder, el piamontés Achille Occhetto, actual vicesecretario del PCI. Oechetto era una de las personas en quienes más había pensado Berlinguer para su sucesión. El nombre de Ocehetto fue aclamado por los militantes de base durante el impresionante funeral de Berlinguer, en junio de 1984, ante Gorbachov, presente aquel día en Roma.

Curiosamente, ha sido Occhetto el -primer líder comunista italiano que ha reanudado la costumbre de veranear en la Unión Soviética. Hace algunas semanas fue recibido en privado por Gorbachov en Moscú. Pero hay quien se pregunta si Ocehetto será el último comunista de una época, la berlingueriana, o el primero de una nueva, aún sin nombre y sin identidad clara.

Si sabrá recomponer la perdida unidad interna del partido y devolver el orgullo a esa gran fuerza política. Y sobre todo, si sabrá recuperar su contacto con la nueva sociedad italiana, donde no son los metalúrgicos, sino los técnicos, los verdaderos protagonistas del mundo nuevo del trabajo.

En estos días, la crítica más dura, y salomónica al PCI ha sido formulada por su ex dirigente Rossanna Rossanda. En una entrevista publicada en el semanario L'Espresso, a la pregunta sobre el estado de salud del PCI, responde: "Congelado. Ha perdido el pulso del cambio. Italia se está encaminando hacia transformaciones gigantescas, como la de los jubilados que juegan en bolsa, y en ese partido parece que hasta se haya perdido la curiosidad de leer lo que ocurre en la sociedad".

Mientras tanto, Botteghe Oscure ha empezado a analizar su último tabú: la gestión política de Berlinguer. Y el congreso en el que se está discutiendo sobre "la herencia política y moral de Berlinguer" no está siendo, en Brescia, donde se celebra, una pura y simple conmemoración gloriosa. Rápidamente han empezado a levantarse voces de crítica.

Y sí ha sido alabada su estrategia internacional -la ruptura con Moscú y el acercamiento a las socialdemocracias europeas, sobre todo la de la República Federal de Alemania (RFA)-, no ha dejado de ser criticada su política interna: desde la estrategia del compromiso histórico al referéndum sobre la escala movil, el mecanismo que regula automáticamente el sueldo de los trabajadores, que fue una de las peores derrotas políticas del PCI.

La impresión de muchos observadores es que este análisis público de la herencia berlingueriana supone, sobre todo, el capítulo final, como un segundo funeral, esta vez político, del último líder histórico del PCI para empezar una era nueva, sobre la que nadie se atreve a predecir nada.

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